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Entrevista con la responsable del SAER

29/05/2025
La Clínica ofrece una atención que respeta la dignidad y las creencias de los pacientes, incluyendo el apoyo espiritual y religioso. Esta tarea es ahora responsabilidad del Servicio de Atención Espiritual y Religiosa (SAER), liderado por Lídia Orra
Sra. Lídia Orra

ENTREVISTA A LÍDIA ORRA - Responsable del Servicio de Atención Espiritual y Religiosa (SAER) de la Clínica Salus Infirmorum

“Intento ayudar a las personas a encontrar cierta paz en momentos de gran sufrimiento

Fiel a sus principios, la Clínica Salus vela por los pacientes ofreciéndoles una atención integral que respeta su dignidad y creencias como uno de los pilares fundamentales del proceso terapéutico. Esto incluye el derecho a recibir apoyo espiritual y religioso. Anteriormente, esta necesidad era atendida por la Pastoral de la Salud, pero ahora esta tarea es responsabilidad del nuevo Servicio de Atención Espiritual y Religiosa (SAER), liderado por Lídia Orra. El objetivo es aliviar el sufrimiento y contribuir al bienestar en momentos de vulnerabilidad o al final de la vida.

Lídia, preséntate.

Soy hija de Taradell, pero vivo en Bordils con mi pareja y mis dos hijos, dos chicos de 22 y 23 años.

¿Qué estudiaste y qué experiencia laboral tienes?

Soy trabajadora social y dediqué 18 años a trabajar en el Área de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Girona. Antes, estuve en el servicio de apoyo al duelo, también en Girona, y en la Fundación Tornar a Casa, donde cuidé durante nueve meses a una persona con SIDA. También tengo formación en Psicología Humanista y en Atención Paliativa.

¿Cuándo supiste que te querías dedicar a acompañar?

Siempre he querido dedicarme a ello, pero la vida me dio estabilidad laboral durante años, y ahora, al llegar a los cincuenta, mi vocación ha vuelto a despertar. Cuando aparecieron la Clínica y el Instituto de Religiosas de San José, me dije: o ahora o nunca. Y aquí estoy.

Explícanos tu trabajo...

Las personas estamos formadas por capas. La primera es la biológica, pero también existe la social, la psicológica y la más profunda de todas: la espiritual. Yo me dedico a esta última, la responsable de que dentro de nosotros se remuevan sentimientos muy diversos. Cuando estamos enfermos o al final de la vida, perdemos un poco el equilibrio. Algunas cosas empiezan a tambalearse y entramos en una crisis interna, y yo tengo que ir al fondo y averiguar qué ha provocado ese desorden.

¿Cómo se hace?

El trabajo espiritual intenta ayudar a la persona a reencontrar la paz. Mi tarea consiste en identificar y atender las necesidades espirituales de los pacientes y sus familias.

Define espiritualidad...

Aquello que conecta con el sentido de la vida, los valores y la trascendencia. Me encuentro con personas que se hacen preguntas como: ¿Ha valido la pena vivir? ¿Ha servido de algo entregarme al trabajo? ¿Por qué esta enfermedad? ¿Por qué a mí? Las acompaño para que encuentren sentido a lo que les está pasando.

Reviven la historia de su vida...

Exactamente. Me explican lo que les ha sucedido en la vida, y eso es fundamental, porque acabo descubriendo sus fortalezas y puedo potenciarlas.

¿También hablan del perdón?

¡Por supuesto! A veces, algunas personas no pueden morir hasta haber hablado con su padre, su hijo, su hermano, su esposa... Resolver temas pendientes ayuda a encontrar la paz. Perdonar o ser perdonados, recibir amor o gratitud son necesidades profundas.

SAER también hace referencia a la atención religiosa...

La religión es una manera que tienen algunas personas de vivir la espiritualidad, un recurso que ofrece respuestas en momentos difíciles. La enfermedad hace que nos cuestionemos nuestras creencias con preguntas que deben ser respondidas: si Dios existe, ¿por qué permite que esté enfermo y sufra? ¿Por qué Dios me hace esto?

¿Cómo se gestiona la diversidad cultural y religiosa?

El servicio atiende a la persona y a su esencia, independientemente de su origen cultural y religioso. En algunos casos será necesario pedir la presencia de responsables de su religión. En otros, ayudarle en la preparación de algún ritual o ceremonia que sea significativa para ella, e incluso facilitar visitas de miembros de su comunidad.

¿Algunas culturas rechazan tu ayuda?

Podría pasar. Y sin autorización no puedo intervenir, aunque me frustre. Es una línea roja que no puedo cruzar por respeto a la voluntad de las personas. Es sagrado.

¿Y si el paciente quiere pero la familia no?

Si el paciente quiere es porque lo necesita. Esa es la prioridad. Luego habrá que trabajar la aceptación con la familia y procurar que no haya conflictos.

¿A quién va dirigido el SAER?

Por sentido común, la prioridad es intervenir con los pacientes en situación de sufrimiento, pero también con las familias y los profesionales.

¿Sufrimiento, en qué casos?

Dificultad para asumir un diagnóstico, impacto emocional por malas noticias, adecuación terapéutica, deseo de muerte anticipada, final de vida y duelo posterior, agotamiento familiar, soledad...

¿Tú eres la principal herramienta de trabajo?

En una relación de ayuda, tu actitud y conocimiento son la principal herramienta, sí. Para ser un buen instrumento tienes que estar afinado. Como persona, también tengo sentimientos y vulnerabilidades. Por eso necesito un caparazón sólido.

¿Un caparazón que te permite abstraerte del trabajo?

Cuando llego a casa no pienso en el sufrimiento de las personas, sino en qué puedo hacer para mejorar. En mi caso, lo que me va muy bien es la meditación. Cuando estoy alterada, medito y me vuelvo a centrar. La meditación me regenera.

Sin regeneración no hay curación...

Es un honor hacer este trabajo. Cada paciente es un aprendizaje de vida que contribuye a mi crecimiento espiritual y personal.

¿Alguien te ha tildado alguna vez de fría?

¡No! Soy muy afectuosa con los pacientes. Mantener siempre una actitud abierta y no dejarme llevar por mi vulnerabilidad es la manera en que trabajo. No se trata de ser fuerte, sino de cultivar la sabiduría y convertir nuestras debilidades y dificultades en fuentes de aprendizaje emocional y espiritual.

La actitud lo es todo...

Sí, mostrar cariño y compasión. Que la persona sienta que, cuando estoy con ella, es mi prioridad. Que no está sola, que la ayudaré en todo lo que necesite y que no tengo miedo. Compasión significa amor en acción: siento tu sufrimiento y haré todo lo que pueda para que estés mejor.

¿Quién marca el ritmo?

Siempre digo que hay que acompañar acompasadamente. Estar al lado del paciente al ritmo que marque, siguiendo su paso. La persona es soberana de su camino vital. Es su camino, no el nuestro. No podemos forzar ni acelerar nada.

¿Eres responsable también del voluntariado?

Sí, mi responsabilidad es formar a las personas voluntarias, coordinarlas y acompañarlas. Hacen una gran labor para combatir la soledad y colaboran en actividades lúdicas.

 

 

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